Este año las vacaciones han sido ibéricas y a plazos: en primavera unos días en Canarias por la boda de una buena amiga y después Lisboa, y en verano Asturias y ahora Castellón (gracias a la familia de M.A.). No me puedo quejar, y además lo bueno de unas vacaciones más tranquilas y visitando lo ya conocido es tener tiempo para ir a explorar mercados locales y encontrar tesoros. Tenemos mucho que aprender los de Madrid, creemos que tenemos de todo aquí (eso tan falso de que Madrid es el mejor "puerto"...) cuando la verdad es que en otros sitios hay verdaderas maravillas por descubrir que aquí raramente se ven. Esta vez, berenjenas ¡blancas!.
Deliciosas. Yo no lo sabía (de hecho, era la primera vez que las encontraba) pero por lo poco que he leído es una variedad escasa que se está recuperando desde hace poco tiempo en Barcelona (se puede saber algo más de esto en este
vídeo). Aparte de la apariencia, que es muy curiosa, me ha parecido que es más suave de sabor y más tierna, apenas ha tardado en quedar blandita en el horno, incluso demasiado. La hemos comido casi sin elaborar para apreciarla, sólo la hemos acompañado de una pizca de salsa de tomate con salvia y un poquito de requesón.
Bonita, ¿no?
Aquí listas para hornear. La carne, también blanquísima: han estado con sal gorda un rato para soltar el amargor y no se han oxidado tanto como otras, han quedado claritas incluso ya cocinadas.
También encontramos, en la misma frutería de Oropesa donde las compramos, judías amarillas (¿o blancas?); éstas son algo más habituales (nos dijeron que se usaban para arroces, por ejemplo) y, como las berenjenas, también han resultado más suaves y tiernas que las verdes. Nosotros las preparamos al vapor con unas zanahorias y un poco de vinagreta, sin más, estaban bien ricas.
Toda la variedad de judías...
Pasamos también una buena mañana curioseando el mercado central de Castellón, espectacular sobre todo por las pescaderías - una envidia para los que vivimos en zonas del interior - pero donde hay también quesos fantásticos, como los
quesos de Catí (éste es de pañoleta o servilleta, hecho con leche de cabra y unos de los quesos más ricos que he probado nunca) que compramos en la pequeña quesería Inés, dentro del mercado:
Los pescados merecerían un post aparte... en Madrid se encuentra buen pescado, pero la variedad que había aquí (había cosas que literalmente no había visto en mi vida...), el saber que esa misma mañana muchos de ellos estaban nadando todavía, y los precios... en fin, para una chica de secano como yo aquello era una locura: había morralla para caldos y guisos, sepias y pulpitos, escorpas...
... boquerones y sardinas a montones (ojo al letrero de arriba: 1 kilo 1 euro, medio kilo 1 euro; ¿alguien se llevaba medio kilo?):
... rayas, y muchos pescados y mariscos más (navajas, gambas rojas deliciosas, jureles, congrio...) además de algunos que no había probado hasta ahora como la
urta o los
caixetes.
Por último, los dulces... no me dio tiempo a probar todo lo que quería, y eso que me propuse tomar todo el helado que pudiera (nunca llegaba con hambre al postre...) pero no fui capaz de irme del mercado sin comprar, en una panadería diminuta, este pan quemado (o panquemao): una especie de brioche delicadísimo, muy tierno y suave:
Como en todos los viajes, no hice todas las fotos que hubiera querido, así que no hay testimonio gráfico de muchas otras cosas: las cocas de tomate y piñones y las pastas que probamos en Sagunto, los arroces, los caixetes o la urta que antes mencioné, el
esgarraet con mojama y la sepia con alcachofas de Benicássim, los boniatos...
Han sido unos días estupendos, de mucho descanso, mucha lectura, buena compañía y buen comer. El fin de las vacaciones, aunque no el último viaje de la temporada: mañana me voy a Pamplona, y esta vez no es viaje de placer. No sé cuánto tiempo voy a estar fuera de Madrid, pero espero espero publicar de nuevo muy pronto.