Un dulce navideño para participar, por primera vez, en el
Calendario de Adviento de
Intercultura y Cocina (¡gracias Noema!).
Como en este calendario participa gente que vive en lugares diversos, una de las cosas más bonitas es descubrir recetas y costumbres de otros países. Pero lo primero que yo recordé, antes que otras recetas o tradiciones de Extremadura - donde voy cada año a pasar estos días - fueron las largas sobremesas que se hacen en mi casa después de comer, siempre con el café y la cajita de marquesas, y alargándose hasta que oscurece fuera y se empiezan a encender las luces de la calle; estas pequeñas tradiciones de cada casa (el lugar donde cada uno descubre sus regalos, lo que cada uno prepara para la cena, quién prepara las uvas...) son lo que más me gusta de estas fiestas, que en muchos otros sentidos van perdiendo poco a poco su significado, así que en homenaje a esos buenos ratos, ésta fue la receta elegida:
Para los que no suelen comerlas o no las conocían, las marquesas son unas pequeñas pastas abizcochadas hechas básicamente con almendra, huevo, azúcar y limón. No tienen la antigüedad o la omnipresencia de otros dulces navideños españoles, pero a cambio son algo más ligeras y, si están hechas de forma artesanal, son deliciosas. La receta para unas 12-14 marquesas lleva:
-150 gr. de harina de almendra (o de almendra cruda, para moler en casa)
-2 huevos medianos o grandes, o 3 pequeños
-entre 80-90 gr. de azúcar, y una cucharada extra para hacer azúcar glass
-ralladura de 1/2 limón
-1/2 cucharadita de levadura química (tipo royal), o bicarbonato
-1 cucharada no colmada de harina de repostería o de harina de maíz
-1 pizca de agua
Si no hemos conseguido harina de almendra podemos moler la almendra cruda en un robot de cocina, intentando que quede muy finita pero sin quemarla. Una vez hecha, se mezcla con la harina de repostería, la levadura, el limón y una pizquita de sal.
Por otro lado separamos las yemas de las claras; las yemas se baten bien con el azúcar, añadiendo un poco de agua si la mezcla está muy pastosa, y a ésto se agregan despacio las claras batidas a punto de nieve (si tenemos una buena batidora con varillas podemos batir los huevos enteros con el azúcar, hasta que quede todo bien cremoso y aumente de tamaño); por último, añadimos a lo anterior la mezcla de harinas, moviendo sólo lo justo para integrar todos los ingredientes.
Opcionalmente, podemos dejar reposar la masa en la nevera un par de horitas. Repartimos la masa en pequeños moldes cuadrados de magdalenas o en moldes tipo mantecada, y horneamos 15 minutos a 190-200º o hasta que estén ligeramente doradas. Se dejan enfriar en una rejilla y se espolvorean con azúcar glass.
Eso es todo, con pequeños trucos: dado que no lleva ningún tipo de grasa añadida u otro líquido, la única dificultad es conseguir una masa que no sea demasiado densa, de ahí lo del tamaño de los huevos; por eso, conviene añadir poco a poco las harinas al final, para evitar que quede muy sólida la masa (me ha pasado hoy a mí y aún así están muy buenas, sólo que en vez de quedar con una superficie lisa y redonda como las comerciales quedaron algo más rugosas).
La harina de almendra es fácil de encontrar... creo. Yo la compré en un puesto de frutos secos del Mercado de Chamartín (Madrid) y sé que la venden en algunas tiendas de productos árabes; si no, se puede hacer en casa como he contado.
En cuanto a los moldes, lo mejor para no complicarse la vida es usar moldes cuadrados de magdalenas y llenarlos 3/4 partes; si queremos moldes artesanos podemos hacerlos en casa con papel tipo folio (mejor que no esté tratado con cloro) fijándonos en algún tutorial para hacer moldes de sobaos o mantecadas, como por ejemplo
aquí (dividiendo cada folio en cuatro trozos).
Ya está... mi pequeño tributo a mi familia, que cada año hace que estos días sean esperados a pesar de esa parte comercial y cansina que los acompaña: a mi madre por seguir poniendo cada año figuras de chocolate en el árbol a pesar de que mi hermana y yo hace tiempo que cumplimos más de 30; a mi hermana por todos los ratos que pasamos hablando de cocina, o eligiendo los regalos; a mi padre por las sobremesas con las marquesas; a mi abuela por aguantar despierta a sus 96 años hasta las 12 para comer las uvas con nosotros (peladas con primor antes, eso sí... toda una ceremonia); a C. por haberse sumado y dar nuevas energías y risas a las conversaciones de las comidas, y sobre todo a los pequeños E. y D., los auténticos nuevos protagonistas de estas fechas.
(Y a todos los que leáis este post, felices fiestas cuando lleguen...)