Una receta muy rica aunque, quizás, sólo para grandes amantes de la verdura o conversos o simpatizantes de la comida vegetariana. Si no, siempre se puede "animar" añadiendo un poquito de panceta ahumada, jamón o algo parecido.
Es muy fácil de preparar. Se necesita:
-unas verduras al gusto, mejor si son raíces o tubérculos: zanahorias, chirivías, batatas... yo añadí también unas ramitas de brécol
-harina de trigo
-leche
-romero, muy picado
-pimienta
-copos de avena, mejor de los pequeños
-frutos secos picados (anacardos, almendras, piñones...)
-aceite de oliva o mantequilla, sal
Se cuecen las verduras cortadas en trozos medianos, sólo hasta que empiecen a ablandarse pero sin hacerse del todo. Se reserva parte del caldo de la cocción. Por otro lado se prepara una bechamel ligera, mezclando parte de leche y parte del caldo de la cocción de la verdura (mitad y mitad, aproximadamente), y se condimenta con un poco de pimienta y el romero muy picado al gusto (ojo, porque es bastante aromático y el resto del plato muy suave). Se hace una mezcla de copos de avena, una pizca de harina, los frutos secos escogidos y un poco de aceite o mantequilla para hacer una especie de migas. En una fuente resistente al horno se ponen las verduras, se pone por encima la bechamel y se cubre con la mezcla de los copos y frutos secos. Se hornea a fuego medio-fuerte durante unos 15-20 minutos: las verduras han de quedar hechas por completo, la bechamel reducir un poco y, sobre todo, que la costra quede crujiente y ligeramente tostada.
Esta receta es una variación de una de un libro que ya mencioné hace tiempo y que es un tesoro de mi librería de cocina, la Pequeña Enciclopedia de la Cocina Vegetariana (El Pais-Aguilar, 1991), sobre todo porque creo que ya no se edita; fue un regalo de mis padres cuando a los 16 ó 17 años me hice vegetariana (ahora sí como carne y pescado, pero no demasiado, y menos si es en casa). En mi casa no pusieron ninguna objeción, salvo que cuidara mucho lo que comía y, por supuesto, que me encargara yo de prepararlo cuando no pudiera comer lo que hubiera en casa. El libro fue de mucha ayuda, aunque desgraciadamente muchos de los ingredientes me parecían tan raros entonces que descarté basar en él mi dieta.
Ahora que he redescubierto el libro y lo he sacado del olvido, veo que una de las cosas que más me gustan es que tiene varios apartados que explican cómo hacer en casa cosas básicas: pan, yogur, requesón, smetana (bueno, vale, esto no es tan básico en España...), lo que parece muy "normal" ahora que esto rollo casero se ha puesto un poco de moda, pero nada normal a principios de los 90, cuando me lo regalaron, y mucho menos en Badajoz.
También porque propone una cocina hecha sobre todo con ingredientes frescos y preparaciones más o menos sencillas, lejos de otra que a mí me gusta bastante menos que es la que se basa en el uso de productos procesados de soja, especialmente cuando intenta imitar los productos animales (hamburguesa de seitán... "nata" vegetal... por favor...). Entiendo que es una cocina necesaria y que gusta a mucha gente, pero a veces echo de menos un restaurante vegetariano al que pueda ir todo el mundo, sin que los no-vegetarianos empiecen a poner cara de asco y a hacer chistes malos (aun recuerdo la cara de susto una amiga, bastante carnívora, cuando se pidió la hamburguesa vegetal de un conocido restaurante vegetariano del centro de Madrid; a quién se le ocurre...); al fin y al cabo, un plato de pisto con huevo, un gazpacho o una pizza margherita son también comida vegetariana, ¿no?