Para quien no la conociese, la açorda es la sopa de pan de Portugal, algo así como nuestras sopas de ajo. Las hay de bacalao, de marisco... pero la típica açorda alentejana es una sopa pobre, que se hace con unos poquitos ingredientes: pan, ajo, aceite, agua, huevo y las hierbas que se tenían a mano (cilantro o poleo); y, si se tiene a mano, algo de bacalao. Una vez más, una sabia receta de supervivencia que se hace con poco y sabe a mucho.
Para hacer la açorda para 1 persona se necesita:
-1 diente de ajo
-3 o 4 ramitas de cilantro (se puede hacer también con poleo)
-1 rebanada de pan asentado, mejor si es un pan consistente como el alentejano
-aceite de oliva
-1 huevo
-agua y sal
Se pone a cocer el agua con un poco de sal; mientras tanto se maja bien en un mortero el ajo y el cilantro con una pizca de sal, y se añade al final un poco de aceite. En el cuenco o plato donde se va a servir se pone el pan y el majado; en el agua se escalfa el huevo (a mí, ejem, me quedan siempre fatal...) y se pone también en el plato, Por último, se riega todo con el agua hirviendo, y se ajusta de sal si hace falta.
Como con las sopas de ajo, cada casa tendrá su versión: hay quien pone el pan al final, quien pone más o menos ajo y hierbas, quien aprovecha el caldo de cocer bacalao y añade unas lascas... lo mejor es hacerla y aprender cuál es la que más nos gusta a nosotros. A mí me gusta bastante, y eso que hasta hace unos años no podía ni ver el cilantro, ahora me encanta. Y sí, el ajo va en crudo... no queda tan fuerte como cabe esperar, pero si a alguien le da miedo, supongo que se puede españolizar la receta y sofreírlo antes.
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Yo la he preparado esta vez aprovechando que aún tenemos unos días fríos y ventosos por aquí; tenía ganas desde que la semana pasada fuimos a pasar un par de días al otro lado de la Raya:
Siempre me ha parecido mágico que simplemente pasando cierta línea invisible uno tenga la sensación de estar en otro lugar tan distinto (se nota en el paisaje, en la arquitectura, en la comida...), y sin embargo me sienta allí tan en casa. Cada vez que voy redescubro lo mucho que adoro el Alentejo: esa calma, esa sobriedad elegante de los pueblos y la gente, la rotundidad y sencillez de su cocina, que siempre me sorprende... creo que los extremeños tenemos mucho en común con ellos, pero por alguna razón me parece que allí aún conservan intactas cosas que nosotros ya hemos empezado a olvidar.
El breve viaje mereció la pena desde que salí de Badajoz, pues el paisaje de la carretera que va a Portugal por Olivenza y Alconchel es realmente precioso, y con las lluvias de este año está lleno de flores que hacen que te quieras parar cada 50 m a disfrutar de la vista. Una vez en Portugal, la estancia estuvo dividida entre los largos ratos con los amigos en el campo (al borde del pantano de Alqueva):
... y los pueblos de la zona: Mourão (donde comimos un rico cozido de grão, con su hierbabuena y todo, y un delicioso bolo rançoso, de cidra y almendra) y también Monsaraz. Este último estaba precioso ese día al atardecer, casi desierto, con una belleza triste y fantasmal:
Fue un viaje muy muy breve, pero la verdad es que volví como si hubiera estado allí una semana; por el sitio, por la compañía, porque había gente a la que no veía hace tiempo, por mis sobrinos, por olvidarme del teléfono y pisar el suelo descalza, por el silencio, por el sol y el cansancio que te hacen caer rendida, y hasta por los bichos.
¡Muchas gracias Donibaneko! Me alegra mucho que te guste ña receta, pruébala si te gustan las sopas de ajo que es sorprendente. :)
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