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jueves, 3 de septiembre de 2009

De vacaciones en el huerto

Me encanta vivir en Madrid, pero... a veces el campo y la tierra tiran tanto que mis pobres experimentos con el maceto-huerto no me bastan. Pero tengo tanta suerte que cuando voy a ver a mi familia en Extremadura puedo darme un paseo por un huerto lleno de frutales y coger la fruta yo misma. Es maravilloso, sé que suena bucólico e infantil pero aquello hace que me sienta como Gerald Durrell en Corfú, rodeada por un rato de bichos y de comida a mi disposición en los árboles. ¿No son preciosos?:

Además de los higos, mis favoritos cuando voy allí, he podido traerme este pequeño "bodegón", del que apenas quedan ya restos:

Quien, acostumbrado a comprar la fruta en la ciudad, ha tenido alguna vez la posibilidad de probarla recién cogida, se da cuenta pronto de la enorme diferencia; a mí, desde luego, casi me dan ganas de ponerme a llorar de la emoción. Muchas veces nos preguntamos por qué la fruta ya no tiene sabor como cuando éramos pequeños, y desde luego los métodos de cultivo tienen mucho que ver, pero también el que la fruta se recoja a menudo verde, y que pasen muchos días hasta su consumición: en ese proceso se pierden propiedades y sabor.

Aprender todo esto me ha enseñado a fijarme más en el origen de los productos que compro (cuanto más cerca, mejor), y a dejar de valorar el tamaño (que nunca garantiza más calidad) o un aspecto inmaculado, y más otras cosas como el peso, el olor... o simplemente, intuición. Mmmm... todavía recuerdo el sabor de las ciruelas:

...el color precioso de las granadas, que aún deben esperar unas semanas para cogerse, pero ya lucen así:
O el de las manzanas, tan llenas que parece que van a explotar:
Vitaminas pa'l fin del verano!

2 comentarios:

  1. Tienes razón en todo lo que dices. Cuando pruebas la fruta recogida del árbol en su punto justo de maduración, lo que te venden en el super ya no te sabrá a nada.
    Preciosos higos, preciosas granadas. Las granadas tienen que ser una explosión de sabor, no?
    un beso.

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  2. Qué suerte tener acceso a cosas como esas! Yo siempre recuerdo una vez que un compañero de trabajo de Jaén me trajo membrillos cogidos en su pueblo... te aseguro que nunca he vuelto a probar una fruta tan aromática como esos membrillos y, tal como van las cosas, no creo que vuelva a probar algo así... :-(

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