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jueves, 22 de agosto de 2013

Pasta con tomate y albóndigas (casi como cuando era pequeña)

Casi, pero no. Cuando era pequeña e íbamos de vacaciones a Portugal (año tras año al mismo sitio), a veces cenábamos en una bolera: no una bolera como la que se imagina uno, enorme, ruidosa, un poco hortera, a la americana: ésta era pequeña, adosada a un restaurante sencillo que atendía un camarero portugués delgado, canoso y elegante que siempre nos traía nuestro plato de spaghetti y albóndigas con una sonrisa, nos hacía alguna broma y cruzaba algunas palabras con mis padres. Llevaba una chapita con su apellido, Faria (así le llamaba mi padre); le recuerdo con mucho cariño, y a menudo me pregunto qué habrá sido de él.
Más tarde la bolera cerró, nos hicimos mayores, Faria se jubilaría y ya no supimos más de él. Yo he estado mucho tiempo sin acordarme de estas cenas, hasta que en alguna serie americana (seguramente, en Los Soprano) vi un plato de pasta con albóndigas, la recordé y me dieron unas ganas locas de prepararla en casa.
No es el plato de mi infancia: aquellos eran spaghetti cocidos (seguramente demasiado) con tres enormes albóndigas encima y un poco de salsa, muy poca, de modo que yo normalmente acababa echando algo de ketchup (los niños no tenemos ni idea de lo que hacemos...), pero como una tiene derecho a idealizar las cosas de su infancia, en mi recuerdo son algo delicioso.
Mi versión es algo más elaborada: la salsa es una salsa de tomate casera, muy espesa, hecha para gastar los tomates del huerto que no nos daba tiempo a consumir en ensalada o gazpacho; las albóndigas son pequeñitas. La pasta deberían ser spaghetti pero en casa la que había era ésta, así que es la que he puesto; tampoco le va mal. Para 2 raciones (de plato único) se necesitan:

-160-200 g de pasta, según el apetito de los comensales
-200 g. de carne picada (ternera o mezcla, también se puede añadir carne de salchicha)
-1 vaso de salsa de tomate, mejor casera, o de tomate triturado
-1 chorrito de vino blanco
-1 tacita de caldo, o agua en su defecto
-los extras que queramos añadir a las albóndigas: ajo, perejil, miga de pan, huevo...
-los extras que queramos añadir a la salsa: ajo, cebolla, albahaca...
-sal, aceite, pimienta
Como veis soy muy imprecisa, pero es el tipo de receta que uno prepara con lo que hay; cuantas más cositas se pongan mejor, pero se puede hacer con lo básico. Yo no he añadido cebolla ni nada a la salsa porque estaba muy rica tal cual, sólo he aprovechado los restos de un guiso de carne y se los he añadido al final.
Se prepara la masa de las albóndigas con lo que queramos añadir y se hacen bolitas del tamaño deseado. Se fríen en aceite, dorándolas bien por todos los lados, y se añade el vino. Se deja evaporar, y se echa entonces la salsa de tomate y el caldo (o el agua); se deja a fuego medio-bajo, hasta que la salsa vuelva a espesar y las albóndigas se hayan quedado tiernas. Si queremos poner cebolla, sacaríamos las albóndigas, doraríamos la cebolla, y después pondríamos la salsa, el caldo y de nuevo la carne.
Se cuece la pasta y se sirve con unas generosas cucharadas de salsa, las albóndigas y, si queremos, queso rallado.
El truco de hoy es, como ya dije, una salsa de tomate muy rica, una especie de passata de tomate que hice hace ya algunos días con el excedente de tomates del huerto. Estuvo cociendo a fuego lento durante horas, casi sin aceite y sin añadir nada más que sal y una pizca insignificante de azúcar; los tomates eran tan dulces que no les hacía falta nada más, la pena es que redujo tanto que después de pasar una tarde lavando, pelando y cortando tomates daba risa ver lo poquito que salió, pero el sabor hace que merezca la pena. 
Éstos fueron; el huerto, con la temperatura que está haciendo este verano en Badajoz, está totalmente abandonado, parece el Amazonas; por eso sorprende tanto que sin hacerle caso cada vez que vamos nos regale una bolsa como ésta, no quiero ni imaginar lo que sería si lo estuviéramos cuidando como es debido. No sé la variedad del tomate (nos regalaron los plantones), parecen bastante corrientes pero están estupendos, posiblemente no tanto por el tipo como por el hecho de cogerse cuando ya están totalmente maduros; una de las pocas cosas que atenúan mi deseo de que vuelva el frío.

martes, 20 de agosto de 2013

Después de mucho tiempo... pan (por primera vez, con amasadora)

Los viajes, y sobre todo el calor (allá donde voy me persiguen los 40º) me habían mantenido lejos del horno casi todo el verano. Para colmo las últimas harinas que compré han resultado ser difíciles, aunque ricas, y los pocos panes que había preparado daban pena. Echaba mucho de menos una hogaza casera en condiciones, ayer por fin la conseguí.
La receta no tiene ninguna novedad, salvo la harina, de la harinera catalana Roca: una mezcla de harina blanca (90%) y un poco de integral T150 (10%), masa madre, sal y mucha agua. La mitad de la masa fue a la hogaza y la otra mitad en bollitos, y están muy buenos.
La gran diferencia es que es la primera masa que preparo con la amasadora que me acabo de auto-regalar, una Kenwood KM416. No es que tenga interés personal en presumir de tal cosa ni en hacerle publicidad gratuita a la marca, pero la verdad es que yo estuve dudando durante más de 6 meses si la compraba o no o qué modelo elegir, y lo que contaban en otros blogs y foros (especialmente éste y éste, sobre un modelo muy similar) me sirvió de mucho, así que yo cuento mi rollo por si le es útil a alguien en el futuro.
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Básicamente, el proceso de elección fue así: cuando una empieza a meterse en esto de la cocina acaba viendo la KitchenAid por todas partes (blogs, programas de TV...) y muriendo por tener una en la cocina. Es una máquina estupenda, pero por muy bonita y cincuentera que sea a mí me parecía bastante cara, más apta para repostería que para masas panaderas, y además prefería una marca europea (sí, ya sé que al final todas se hacen en China), así que miré otras opciones: una fue la Kenwood, y otra la Braun K3000. Esta última me encantaba por muchas razones pero era menos práctica para amasar porque el gancho iba conectado al fondo de la cubeta y me parecía más difícil de vaciar y limpiar, así que la descarté. Como para colmo vi que Heston Blumenthal usaba la Kenwood en sus programas de TV, me quedé entonces con esta marca.
Para elegir el modelo consideré el precio y la capacidad, que varía bastante de unas a otras. Finalmente estaba entre la KM336 y la KM416: las dos eran capaces de amasar hasta 2,2 k de masa de pan y de potencia eran parecidas, la diferencia es que la primera pesa algo menos porque el cuerpo es de plástico y el de la segunda es metálico. Como en internet las encontré por un precio similar (al final 270€ con gastos de envío, pero varía mucho de una web a otra y casi de un día a otro), elegí la metálica, y aquí está, un poco borrosa la pobre:
Y ahora, mis primeras impresiones. Sólo la he usado un par de veces con masas de pan, la segunda de ellas con casi 2 k de masa que procesó sin problemas; aunque aún tengo que pillarle el punto con las velocidades y los tiempos creo que me será de gran ayuda, sobre todo con las masas más pegajosas tipo brioches, chapatas, etc. Es un poquito ruidosa (todas las amasadoras lo son, creo) pero no es algo alarmante. Y ahora que estoy tan maniática con los ingredientes de las cosas, las grasas hidrogenadas y tal, espero sacarle partido haciendo repostería casera. 
También viene con una batidora de vaso, tipo americana, que se engancha arriba y que no sabía que estaba incluida: la usé para hacer un gazpacho y por ahora creo que me gusta más preparado con la batidora de mano de siempre (la cuchilla no es muy afilada y no corta del todo bien, o lo tuve poco tiempo...) pero supongo que puede estar bien para preparar batidos y cosas así. Esa pieza por ahora está en la despensa. Tiene muchos otros gadgets que se pueden comprar por separado (para hacer pasta, picadora, heladera...), yo por ahora no voy a coger ninguno. 
Entonces... ¿merece la pena? Pues bien, yo la tengo hace apenas unos días y por ahora estoy muy contenta, todo se verá. En general creo que no es un trasto esencial, ni siquiera para panaderos o reposteros frecuentes: en mi caso ya he dicho que me lo he pensado mucho, pero al final vi que la idea siempre me rondaba por la cabeza, y que con algunas recetas la echaba de menos. Ocupa bastante en la cocina y no es un cacharro que se pueda estar guardando y sacando por el peso, así que hay que contar con hacerle un sitio permanente, como pasa con la Thermomix. 
Si sabiendo todo esto aún se nos van los ojitos cada vez que vemos una en una tienda o en una web, y sobre todo si somos muy cocinillas, puede ser una gran compra. Yo la verdad es estaba como una niña en el día de Reyes cuando llegó, casi no dejo a M.A. que la toque, y voy acumulando recetas pendientes para cuando baje el calor y no dé miedo encender el horno. Lo iré contando. 

miércoles, 14 de agosto de 2013

Ensalada familiar de pimientos asados

Familiar porque de alguna manera participaron casi todas las féminas de la familia: la receta es de mi hermana B., yo asé los pimientos y mi madre la preparó. 
Mi abuela, que por desgracia ya no come estas cosas, se limitó a preguntar con cara de desaprobación y la nariz arrugada: "¿Eso qué es?", a lo que yo respondí -está sorda como una tapia, y no es exageración- con unos gritos que posiblemente se escucharon hasta en Siberia, pero que ella como siempre no oyó. Aunque no la probó yo se la dedico, que para eso mañana es su santo.
Es tan fácil que dudé si ponerla, pero está tan rica y la foto quedó tan setentera con ese plato viejo que aquí va: 
Para un gran, gran plato de ensalada usamos 4 pimientos rojos bien grandes y carnosos, de los que pesan. Les quité las pepitas y los asé con sal, aceite y un buen puñado de ajos durante unos 40-50 minutos, hasta que las pieles empezaron a chamuscarse un poco. Los tapé con papel de aluminio para que sudaran, y cuando ya no quemaban les quité con cuidado las pieles.
La ensalada lleva los pimientos cortados en tiras, huevo duro, atún y aceite de oliva. Se puede preparar de muchas maneras: con bacalao, como la probamos en Castellón (la hicimos otro día en casa, está muy buena); con cebollas, con melva... y, como dice M.A. del olor de los pimientos asados, siempre saben a verano.