Páginas

lunes, 25 de noviembre de 2013

La chapata inesperada

"Si se te va la mano añadiendo agua a la masa, haz chapatas", o lo que podría ser un consejo panadero equivalente a la muy sabia frase "si la vida te da limones, haz limonada". 
Pues eso; que me pasé añadiendo agua y quedó una masa casi inmanejable. Con la inestimable ayuda de la amasadora y varios reposos y plegados conseguí un pan que posiblemente no hubiera logrado si me lo hubiera propuesto. La harina utilizada es estupenda, una espelta T630 que compré en Portugal para probar y de la que ahora lamento no haber comprado 5 kilos más. En total, la receta de hoy lleva (para 2 piezas):

-200 g de masa madre de harina blanca de fuerza, al 100%
-400 g de harina (300 g espelta T630 + 100 g de harina blanca de fuerza)
-agua (sin medida)
-12 g de sal (hubiera admitido un pelín más)
-1 pellizco de levadura fresca (menos de 3g)
Mezclé y amasé en la amasadora, añadiendo agua poco a poco hasta que la masa tenía la consistencia deseada. Obviamente, me confundí (para mí ésta es la gran diferencia de amasar a mano o con la máquina, que no tocas la masa y no te das cuenta de la consistencia real que tiene). Al sacarla del bol fue cuando vi que me había pasado y que era mucho más líquida de lo que aparentaba, así que decidí darle una única fermentación larga y hacer chapatas en vez de una hogaza.
La dejé levar unas 5 horas o algo más, dándole un par de plegados. Cuando ya había subido bastante la volqué en la encimera bien llena de harina y como pude la dividí en dos piezas, con cuidado para que no perdieran el aire. Sin hacer segundo levado encendí el horno al máximo (el mío se acerca a los 300º) y las horneé unos 20-25 minutos, bajando el horno a 200º a media cocción. 
La verdad es que estoy encantada, aunque sea fruto del error. M.A. dice que es el pan perfecto para un bocata de chorizo (como el que se ha comido hace un rato). O para unos huevos fritos... 
Yo, que hoy no tengo el día tan rústico, me he hecho unas tostadas con mantequilla y mermelada de calabaza que traje del mercado de Estremoz. Tampoco les quedaba mal :)

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Aún no son mis galletas perfectas, pero prometen

Para que una casa sea una casa, ha de tener en la despensa un buen bote de galletas. O eso decidí yo inconscientemente cuando era una adolescente: entonces íbamos mucho a casa de mi amiga N. en Badajoz, y recuerdo que su madre T. siempre tenía un bote de cristal con galletas -que no siempre eran las mismas- y a mí eso me encantaba, siempre que entrabas te invitaba a prepararte un café o un colacao, agarrar el bote de galletas y sentarte en la mesa de la cocina a parlotear. En las casas de otras amigas había unas croquetas estupendas, o una ensaladilla muy rica, a la mía venían a por los macarrones con tomate y pimientos de mi madre... pero la de N. era la de las galletas.
No es de las cosas que más suelo preparar, soy más de magdalenas (como mi abuela) o de tostadas, pero M.A. me las pidió y decidí ver qué tal salían con ayuda de la amasadora. Eso sí, quería que fuesen de aceite porque yo la mantequilla no debo comerla en exceso y prefiero reservarla para otras cosas, así que busqué un poco. Encontré esta receta en el blog Secocina que a su vez son una versión de otras de Akane. En el blog Cocinando con las chachas había otra muy similar, solo que con harina integral y limón en vez de naranja. Me quedé con esta última porque tenía un limón y harina integral que quería gastar, aunque hice tantas variaciones que al final no se parece a ninguna de las anteriores. Yo utilicé (salen unas 34 galletas):
-1 huevo
-100 g de azúcar (una pequeña parte de azúcar moreno y el resto blanco)
-75 ml de aceite (yo mezclé girasol y oliva porque el que tengo de oliva es muy fuerte)
-ralladura y zumo de 1 limón pequeño
-200-240 g de harina, integral o mezcla de integral y blanca (la cantidad que admita la masa)
-1 cucharadita de levadura química, tipo Royal
-1 pellizco de sal
-1 cucharadita de canela (opcional)
He puesto los ingredientes más o menos en el orden en que se emplean: primero se baten bien el huevo, el azúcar y el aceite, haciendo una especie de mayonesa. Después se añade el zumo y la ralladura y por último la mezcla de harina, sal, levadura y canela. La cantidad de harina no es muy precisa porque depende de la que usemos, yo puse 200 g pero aún estaba muy pastosa la masa y añadí un par de cucharadas rasas más. Debe quedar una masa que se pueda manejar bien pero no se debe amasar demasiado. Se hace una bola, se mete en papel film y se deja reposar en la nevera al menos 1 hora.
Se precalienta el horno a 180º-190º. La masa, ya fría, se extiende sobre una superficie enharinada, se pasa el rodillo hasta dejarla de unos 5 mm de espesor (o como queramos) y se cortan las galletas con un cortador (yo uso un aro pequeño de emplatar). Se hornean unos 10-12 minutos o hasta que estén ligeramente doradas por el borde, con cuidado porque se queman rápido. 
La verdad es que me han gustado mucho, de textura y de sabor, aunque quizás encuentro excesivo el toque de limón; la próxima vez pondré menos, probaré con naranja, como en la receta original, o sin nada. Pero salvo por esto es una receta estupenda, que hasta puede servir como base de tarta. Todos contentos: el mozo, el bote, la despensa y yo.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Mármol, vino y comida (mucha comida)

Esta primera foto trae pistas, para quien conozca la zona: suelo de mármol, vino tinto en un vaso de Nicola, una casita con zócalo pintado de azul... 
¡Sí! Estamos en el Alentejo. Para ser más exactos entre Estremoz y Borba, una zona conocida por su vino y por sus canteras de mármol. Lo que no sabía hasta hace poco es que en Estremoz se celebraba cada sábado un mercadillo de antigüedades y productos agrícolas; me lo descubrió un taxista de Badajoz y desde entonces tenía ganas de ir, pero ha resultado mejor de lo que esperaba. Desde el viaje a Lyon tenía mucha envidia de los mercadillos callejeros de allá, ahora sé que tengo uno al otro lado de la frontera. 
Por supuesto, había mucha verdura y fruta, y muchos productos curiosos o que no son tan comunes en mercados españoles: por ejemplo, aceitunas en crudo o aliñadas de varios modos (y, abajo a la izquierda, altramuces - tremoços - la tapita obligada para la cerveza en muchos sitios de Portugal):
Frutos secos de otoño (castañas, avellanas...) a muy buen precio, ¡y hasta bellotas! Justo al lado, manojos de poejos (poleo) que en el Alentejo se utilizan para las açordas y otras sopas:
Calabazas, muchas calabazas, incluyendo las del cabello de ángel:
Preciosas manzanas... (como dijo M.A. viendo el cajón repleto de la foto, quién fuera burro):
Y para los de las huertas, plantones y semillas. Una de las cosas que más me ha sorprendido siempre del otro lado de la Raya son los huertos, no sé cómo puede ser que estando justo al lado, aparentemente con el mismo clima y todo, consiguen esos huertos tan frondosos y verdes que parecen gallegos, pero es así; en cada trocito libre, casi al lado de cada casa aparecen esas pequeñas plantaciones de coles apretadas que a mí siempre me han dado mucha envidia.
Y para los que no quieren tanto verde, carnuza: toooda clase de embutidos y chacinas. Yo no soy especialmente aficionada a estas cosas, quizás más desde que vivo con el mozo y me he acostumbrado a tenerlas en casa, pero he de reconocer que me costó elegir qué traer (lo mismo pasó con el quesito).
Había otras cosas que no están en las fotos: plantas aromáticas de lo más singular, conservas, caza, y también animales vivos, que es quizás lo que más lo diferencia de cualquier mercado que se pueda ver a este lado de la frontera. Como pasaba en Lyon, los puestos eran muy diferentes entre sí: los había muy grandes, con mucha variedad de productos, y otros diminutos, apenas una mesa en la que se vendían dos o tres cositas. Yo prefiero estos últimos porque, si bien no son tan impresionantes, suelen ser los que regentan los pequeños productores que ofrecen directamente su producto. Con esta idea, y persiguiendo a las señoras portuguesas elegí el sitio donde comprar algo de queso, embutido y mermelada.
Para los que estén a dieta o prefieran la decoración, al otro lado se juntaban puestos y puestos de cacharritos para la cocina (o, si eres bloguero, para que tus platos luzcan tan bonitos en las fotos como los de Jamie Oliver en esas preciosas vajillas viejas):
O para llenar tu cocina de moldes viejos de cobre y convertirla en la cocina de Downton Abbey:
O para tomar el té como si fueras la condesa de Grantham:
Después del mercado, tocaba dar un breve paseo para hacer hambre y buscar un buen sitio para comer, por ejemplo, una sopa de tomate y un plato de cabrito o de conejo guisado acompañado de un vino de Borba (nota mental: la próxima vez pedir menos comida, o pedir medias raciones):
(¿Todavía hay alguien que duda si merece la pena ir a Portugal?)

viernes, 1 de noviembre de 2013

Bollos de calabaza y anís, para una merienda de Chaquetía

Muy otoñales. Tenía pendiente hacer unos panecillos con estos ingredientes desde que compré unos parecidos en un mercadillo de Lisboa; ésta es la primera aproximación y aún tengo muchas cosas que corregir, pero la verdad es que han quedado muy buenos.
Básicamente me he quedado corta de ambos ingredientes (calabaza y anís) y han quedado muy suaves de sabor. La próxima vez aumentaré la cantidad de ambas cosas, pero de entrada esto es lo que he utilizado esta vez. Para unos 10 panecillos de tamaño hamburguesa:
-450 g de harina de fuerza
-1 taza grande de calabaza asada
-1/2 cucharadita de semillas de anís, enteras o molidas
-10-12 g de sal
-5 g de levadura fresca (más o menos, no medí)
-1 cucharada de mantequilla (opcional)
-agua, como diría una abuela, "la que admita" (no pesé)
Batí la calabaza asada con un poco de agua hasta hacer una crema, y la mezclé con la harina, la sal, las semillas y la levadura. Añadí agua poco a poco hasta conseguir una masa un poco pegajosa pero manejable, y se amasa a intervalos con algunos reposos. Cuando empezó a quedar más lisa puse la mantequilla en trocitos y seguí amasando un rato, hice una bola y la dejé fermentar en un bol aceitado hasta que casi dobló el tamaño. Después dividí en porciones iguales, formé los bollos y los dejé fermentar en una bandeja tapada hasta que doblaron el tamaño (el segundo levado sí conviene llevarlo un poco al límite).
Los pincelé con leche y horneé unos 20-25 minutos, hasta que se doraron por arriba. Se dejan enfriar, se abren, se rellenan o untan y se comen (y si hemos hecho muchos se pueden congelar perfectamente).
Además de añadir más calabaza y anís quería probar a hacerlos con masa madre en vez de levadura, pero posiblemente ésa sea otra receta diferente. Éstos, como decía, han quedado muy suaves de sabor, pero precisamente por eso son estupendos para hacer un bocadillo o hamburguesa, la textura es perfecta para eso. La calabaza no destaca mucho, pero además de dar color ha dejado una miga muy suave, parece que el pan llevara leche, huevo o más mantequilla de la que lleva. Los de Portugal eran bastante más recios, no sé si la harina era diferente, llevaba algo de integral, o qué. Seguiré probando.
Me daba un poco de rabia publicar la receta justo en esta fecha, porque estoy hasta el moño de Halloween, las calabazas, los disfraces y estas tonterías (mis respetos a quienes lo disfruten); pero luego recordé y pensé que la calabaza la convierte en una buena receta para celebrar la "chaquetía", la merienda que se celebraba en algunos sitios de Extremadura para celebrar el día de Todos los Santos, en el campo y con productos de la temporada (granadas, higos y frutos secos, membrillo, castañas...). Tristemente, yo hoy no podré ir al campo, pero de todos modos lo celebraremos con una buena merienda con estos bollitos.