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jueves, 6 de septiembre de 2012

Retomando las viejas y buenas costumbres

Creo que es fácil adivinar dónde hemos estado... esta vez sí, después de más de un año de ausencia, volvimos a Lisboa:
Eso sí, el viaje empezó mucho antes, a este lado de la frontera. Pasamos primero unos días visitando algunos pueblos de Extremadura: de nuevo Olivenza, para que la conociera M.A., y también Montánchez y Zafra. Días de mucho calor, en los que había que cobijarse constantemente en la sombra y aprovechar para conocer los nuevos vinos de la zona. Así, en la plaza Chica de Zafra probamos los vinos Chacona de las bodegas La Pelina, vinos oscuros y carnosos, perfectos para el plato de magro al ajillo que acompañaron. 
No hay foto del plato, como tampoco la hay (¡no dio tiempo a hacerla!) del jamón que probamos en Montánchez, un pueblo serrano del sur de Cáceres en el que el jamón es el protagonista absoluto y que casi hizo saltar las lágrimas a M.A. (al probar el jamón, y al saber el precio comparado con los de Madrid).
En sus alrededores y desde las ruinas del castillo se veía un paisaje increíble, plagado de encinas, entre las que posiblemente se críen los cerdos más felices del planeta. Nosotros vimos algunos de ellos cuando nos perdimos por los caminos de Zarza de Montánchez, buscando esta encina, la Terrona:
Dicen que, con sus 800 años, es posiblemente la encina más vieja del mundo (por eso la pobre lleva desde hace poco tiempo unas "muletas", que evitan que se quiebren las ramas). Lo sea o no, pensar que ya echaba bellotas siglos antes de que se descubriera América, o de que empezara el Renacimiento, o de tantas otras cosas que nos parecen tan lejanas, me dejó bastante impresionada. Lo mismo que su tamaño, que en la foto no se aprecia del todo pero que en comparación con las encinas "normales" es bastante sorprendente. 
De aquí, esta vez sí, nos fuimos con casi toda la familia a la costa de Lisboa:
Confieso que ya no sé si Lisboa (y Portugal, en general) me gusta porque lo merece o porque ya le tengo tanto cariño que sólo veo en ella las cosas bonitas. Es cierto que a veces desespera ver tantos edificios abandonados, cada vez más, o comprobar cómo las aceras pierden poco a poco el pavimento de mosaico y se llena de baches, pero una siempre puede ver por encima de todo eso su glorioso pasado e intenta adivinar un futuro mejor, en los pocos edificios nuevos o rehabilitados, o en las bonitas tiendas nuevas que ocupan poco a poco los locales antes vacíos. 
Además, tenía además muchas ganas de las comidas de allí; cuando se puede, como ya conté alguna vez, en los pequeños restaurantes de barrio con los pratos do día escritos fuera, en manteles de papel:
No hay fotos de todo, pero sí de algunas cosas: del plato de peixe espada (lo que nosotros llamamos pez sable), muy típico de Lisboa y uno de mis favoritos, esta vez acompañado además de un buen cuenco de esparregado (una crema espesa de espinacas, una guarnición clásica y muy rica):
Del mousse de chocolate portugués, muy cremoso, hecho siempre con mucho huevo y con un sabor y textura diferente al que mi hermana y yo intentamos buscarle la razón, sin conseguirlo:
Y uno de mis imprescindibles, los bolos de arroz:
También recuerdo la sopa alentejana, de pan, ajo, cilantro y huevo, y todas las demás; las almejas, las espetadas de lulas, las sardinas, o el pão de Deus, un bollo tierno cubierto de azúcar, huevo y coco que no me dió tiempo de fotografiar antes de que M.A. lo devorase... Para bajar todo esto, nada mejor que los baños en el agua helada del Atlántico, perseguir a los sobrinos, echar alguna carrera vespertina o dar un largo paseo por la playa del Guincho, aprovechando que esos días no hizo mucho viento:
Y de Lisboa a Oporto... tuvimos suerte escogiendo el alojamiento y finalmente nos quedamos en un precioso apartamento de la calle Belomonte, a medio camino entre la Ribeira y del centro; una antigua casa portuense reformada en la que se podían ver los gruesos muros de granito con los que se construían las casas y rodeada de otros bonitos edificios con esas increíbles y estrechas fachadas de piedra, azulejos y metal que son posiblemente lo que más me gusta de esta ciudad:
Aquí tocaba subir y bajar cuestas y escaleras todo el día, así que no daba tanto reparo probar cosas tan ricas como el bacalhau con broa (con costra de pan de maíz):
El queijo de Serra (un hermano portugués de las tortas extremeñas), con higos confitados:
Los vinos, blancos y tintos, los de mesa o de postre...
O los dulces, como la densa tarta de almendra, con una base salada que la hace completamente viciosa:
También las francesinhas, que al contrario de lo esperado le encantaron a M.A. (y a mí, sin embargo, no demasiado...), el arroz com alheira y tomilho que probamos en Pimms la noche que decidimos darnos un homenaje, el pulpo a la brasa, y todos los cafés. A veces entrando en restaurantes humildes de barrio que íbamos encontrando, y otras veces probando los sitios nuevos que van cambiando la cara a la ciudad, como la Mercearia das Flores, donde se pueden encontrar y probar muchos productos portugueses en un local precioso. 
Una de las cosas que aún no conocía de Oporto era el mercado do Bolhão; tengo que reconocer que me puso un poco triste verlo tan vacío y un poco destartalado, aunque no sé si era por las fechas o porque yo llegué tarde (seguro que a primera hora de la mañana hubiera sido mucho mejor). De todos modos tuve suerte y encontré abiertas varias panaderías:
Así que llegué a tiempo de probar la broa de Avintes, un pan denso hecho con centeno y maíz, apenas fermentado y cocido durante largo tiempo a baja temperatura. Un pan muy peculiar, que tenía ganas de probar desde que se empezó a hablar de ello en el Foro de el Pan. Ya que no podía traer mucho peso en el vuelo de vuelta, compramos apenas un trocito para probar: es un pan de gusto extraño para quien no esté acostumbrado, algo dulce (como no está fermentado apenas no tiene ese sabor ácido de otros panes de centeno) húmedo, granuloso y sabroso. A M.A. no le ha gustado nada, yo sí lo he disfrutado pero desde luego no es un pan fácil:
Totalmente diferente era la fogaça, una especie de brioche de miga amarillenta y forma característica que también tenía muchas ganas de probar, y que fue nuestro desayuno del segundo día (si queréis ver cómo se le da forma, se puede ver en estos vídeos que grabó Bea, de La cocina de Babette):
Escribiendo todo esto me doy cuenta de la cantidad de cosas que hemos hecho y probado, y eso que me vuelvo con la sensación de haber dejado mucho por hacer. Así que estoy contenta, aunque siempre dé pena volver a realidad después de tantas cosas vividas y tantos días sin apenas leer los periódicos; al menos, lo hacemos con las pilas bien cargadas para empezar el otoño con alegría y ganas de hacer cosas nuevas y probar nuevas recetas. 

8 comentarios:

  1. Pues con las fotos tan magníficas que has puesto,no sé si meterme en la cocina directamente para plagiar alguna receta o hacer las maletas y volver de visita a los sitios que nombras.Soy también una enamorada de Portugal,la he elegido como destino en momentos muy especiales de mi vida y sé que siempre está ahí,esperándome.
    Me llevo un dulce de Belén,que mira que están ricos.
    Besotes.

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  2. Epa! mer has convertido en incondicional tuyo!. Fantástico post....

    Qué maravilla es Portugal ¿verdad?, lo que conocemos nosotros también nos fascina, y como comentas, lo decadente se convierte en atractivo, y las gentes, las gentes lo son todo.

    De lo que nos enseñas portugués conozco alguna cosa de haberla visto en libros e internet (queijo de Serra, peixe espada y poco más), pero no he probado ninguna de ellas. Me atrae probar cosas que para mí son totalmente desconocidas, la broa de Avintes, sopa alentejana, o los bolos de arroz, por favor, que aspecto tan increíble.... El bacalhau con broa no sabía de su existencia, voy a investigar un poco... me encanta!. Portugal guarda una mesa excepcional, que no creas que por aquí se conoce, y eso que somos países hemanísimos.

    Del jamón de Montsanchez todavía recuerdo ese bocata de jamón que nos comimos en el campo con una hogaza de pan de una tahona.... un momento épico que como M.A. recordaremos siempre.

    Un saludo y bienvenida, hicimos tu cojondongo ayer con unas uvitas, y parece que ha gustado!

    Un saludo.

    PD/La foto y la luz de la instantánea de la playa de Guincho increíble.

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  3. Epa! un post sabrosísimo por dentro y por fuera. Me pasa como a Carlos, yo he oído campanas pero poco he probado. Tengo aquí, en Austria, una amiga portuguesa que siempre me trae algo cada vez que marcha a casa. Así que el sabor general a Portugal le tengo catado. Eso hace que al leerte, con el atractivo que tu le impulsas a las viandas, yo me las imagine empapadas de mis propios recuerdos. Insitu, a Portugal solo viajé una vez y fue un poco como la visita al médico:-)

    Besos mozita mía!

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  4. ¡Qué hermosa es Lisboa! Tengo unas ganas terribles de volver. Y muchas de las cosas que nos enseñas aún no las he probado. Así que lo dicho, tengo que regresar cuanto antes...

    Besos.

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  5. Oh, si nos habremos cruzado por Oporto y todo! :).

    Yo estuve una semanita también en un apartamento alquilado, una casa antigua reformada por dentro. No conocía casi nada de Portugal y Oporto me ha enamorado; me ha encantado acordarme de todo a través de tus palabras e imágenes!
    Yo no caté la francesinha, demasiado para mí, pero sí mucho pescado y muchos dulces. Los bolos de arroz están buenísimos, y también pude catar el pan que comentas, aunque no tenía ni idea de qué era! Entré a una panadería, lo vi, tenía buena pinta, me lo llevé... y vaya, lo que pesa! Me encantó, me gustan mucho los panes densos. :)

    Un abrazo

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  6. Jolin Epa!

    Menos mal que me ha pillado con el estómago lleno porque he disfrutado visualmente (e imaginariamente) con todo.

    No he probado casi nada de los platos que propones pero la Broa no me entusiasmó (como a M. A.). Será la falta de costumbre. Y mira que me gusta el centeno, eeeeeeeeeeeeeeh????

    Por lo demás, no vemos la hora de ir a Portugal. Tan cerca y tan desconocido para mí. Y con esa cocina tan rica. Snif!

    La entrada muy interesante, como siempre ;-)

    Besos

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  7. Hola!

    Nuria, me alegra mucho que te haya gustado y que te guste Portugal tanto como a mí, es un lugar tan maravilloso... :)

    Carlos, de nuevo mil gracias por tus bonitas palabras. Creo que te encantaría Portugal, con tantas cosas buenas que aún no habéis probado, seguro que merecería la pena ::

    Mai, qué suerte tener una amiga así! Lo bueno de la cocina portuguesa es que es sencilla y algunas cosas se pueden preparar con ingredientes sencillos, qué pena que no se conozca mejor. Gracias guapa!

    Ro, sí que es bonita, y triste, y luminosa... yo vuelvo cada año, y cada vez me gusta más.

    Akane, jajaja, no, pero casi: yo fui un poco después, pero ya he visto que tenemos algunas visitas en común. A mí la francesinha tampoco me entusiasmó, yo me di a las sopas y a los bolos :)

    Teba, muchas gracias guapa, la broa es que es mucha broa, pero allí vi a gente comerla a palo seco, como si fuera un bollito :) Portugal es, tristemente, un gran desconocido incluso para la gente que vive cerca, pero yo casi prefiero que siga así, para que no cambie demasiado :)

    Sandra, me alegra que te guste el blog. Si tú quieres puedes enlazar el blog, claro, pero hazlo sólo si a ti te gusta, este blog no es profesional y no me preocupa demasiado aumentar el tráfico, sólo que lo visite quien lo disfruta. Gracias.

    B*

    Eva

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  8. Hola Eva hoy he descubierto tu blog gracias a Mai de Hierbas y especias y en cuanto he visto los pastelitos de Belem casi me pongo a llorar. Mi marido y yo estuvimos hace un par de años haciendo una ruta por Portugal y es un país que nos encantó. Hicimos muy buenos amigos tanto en Lisboa como en Oporto y estoy segura que en breve les volveremos a hacer una visita.
    Me gusta mucho tu blog y me quedo como seguidora para ver con qué otras recetas (y viajes) me sorprendes. Te invito a conocer mi blog a ver que te parece.
    Un besito desde Las Palmas.

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