A estas alturas decir que Cataluña es preciosa y que se come de lujo es una obviedad. A pesar de ello, y aunque yo iba sabiéndolo (no es la primera ni la segunda vez que voy) me volvieron a sorprender las cosas que vi y probé por allá. Esta vez fue un viaje cortito entre Girona y Barcelona, visitando a amigos; cómo no, además de visitar la ciudad, ver exposiciones etc. me propuse visitar algunas de las tiendas y panaderías de las que había oido hablar (menos mal que mi mozo es comprensivo y ya no se extraña ante estos planes "panaderiles"...). Os dejo algunas recomendaciones.
En Girona estuvimos muy poco tiempo, menos del que nos hubiera gustado, pero aun así encontramos dos sitios estupendos para comer: por la noche cenamos en un sitio precioso, el
Café Le Bistrot, donde entre otras cosas sirven una especie de pizzas sobre pan payés, generosas y muy ricas (como muestra, algunas de las que pedimos nosotros: queso y jamón con higos, de butifarra de perol...). Al día siguiente comimos en el pequeño restaurante
Vintages; nos llamó la atención el precioso "escaparate", decidimos entrar y acertamos: peus de porc (manitas) rellenas, hamburguesa de ternera irlandesa con salsa de cerveza negra y mostaza a la antigua, tarta Tatin de manzana y un vinito francés... Mmmmm! No quiero olvidarme del sitio donde dormimos ese día, el
B&B Girona, un sitio precioso en pleno centro, en el que su dueño, Joan, nos dejó un desayuno estupendo.
Os dejo una foto de la panadería que visitamos en Girona,
La Antiga Casa Bellsola; no me dio tiempo a preguntarles nada sobre los diferentes panes que tenían ni su forma de fabricarlos, pero desde luego me dio una envidia loca comprobar que tanto en Girona como en Barcelona las panaderías "normales" son todas estupendas, con toda esa variedad tan bien expuesta, y que hay una en cada esquina. Aquí apenas compré una barra rústica, muy tostadita (esas oscuras de arriba) para una cena que teníamos esa noche. En cuanto me descuidé mi amigo Q., catalán, la había entomatado entera, así que no pude probarla a secas, pero desde luego estaba bien rica.
El viaje siguió en Barcelona. Paseando por Gràcia encontramos, por casualidad, la nueva tienda de
BarcelonaReykjavic , de la que tanto había leido. La verdad es que el sitio es precioso, y los panes tenían una pinta estupenda (además, venden pan al peso, que es una idea estupenda). Como acabábamos de comer sólo probé el pan que daban a probar, uno de espelta, que estaba muy rico, y compramos además un muffin de chocolate y un pequeño brioche con pepitas de chocolate. Ahí llegó el susto, porque las dos cosas nos costaron... ¡casi 4 euros! En fin, que para un capricho de un día vale, pero para todos los días es mucha tela, me temo.
Mucho mejor me pareció
Baluard, en la Barceloneta, donde compré los panes de la foto de arriba (de aceite, y de trigo y centeno). Me encantaron, sobre todo porque es una de las pocas veces que encuentro un pan tan ácido en una panadería, con un sabor tan de casa. Fue una pena que no me dejaran hacer fotos...
Por último, aunque creo que esto ya lo conoce mucha gente, fui a comprar harinas y otras cosas a
Renobell, en el Born; para los aficionados a la cocina y a la panadería, un sitio donde se puede pasar una tarde curioseando. Por favor, ¡que abran una en Madrid!